Tras la reparación de 13 kilómetros de vías, Santa Fe y Buenos Aires volvieron a quedar unidas por el estratégico trayecto Iriarte-Rufino sobre la laguna La Picasa. Un lunes de fiesta en el pueblo
«Algunos tienen miedo y no quieren subir al tren, no quieren pasar por ese mar. Pensarán que el agua se los va a tragar». La mujer, uno de los tantos curiosos que se arremolinan esta mañana cerca del andén, sonríe y aclara que ella no cree en esas cosas. «Que vuelva el tren es una bendición, es felicidad para este pueblo que lo venía esperando», celebra. «Este pueblo» es Iriarte, que en realidad no es un pueblo, es una estación ferroviaria ubicada en la localidad de Colonia San Ricardo, en el noroeste de Buenos Aires. Tiene apenas 800 habitantes, muchos de los cuales están este lunes en el andén porque quieren ver partir al tren de prueba que se propone llegar hasta Rufino, en Santa Fe. Para hacer ese tramo deberá pasar sobre la laguna La Picasa, «ese mar» que en realidad no es un mar, aunque por su extensión -y sus eventuales olas- lo parezca.
Si bien los problemas de desborde de La Picasa se pueden rastrear mucho tiempo antes, hace cuatro años que no circula el tren en ese trayecto. En 2017, por una crecida extraordinaria y falta de obras las vías quedaron bajo agua. Desde entonces debieron rodear la laguna, en vez de atravesarla. Lo que antes demandaba un día desde ahora se podrá recorrer en apenas hora y media gracias a los trabajos de reparación de unos 13 kilómetros de pedraplén (una inversión de 200 millones de pesos). Y más allá de la emoción de que vuelva el tren de pasajeros de Retiro a Rufino también se ahorran costos logísticos en el traslado de carga: por este trayecto circula más del 20 por ciento de la carga de la línea San Martín.